De joven yo era un revolucionario y mi oraciónconsistía en decir a Dios:- "Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo".
A medida que fui haciéndome adulto y caí en la cuentade que me había pasado media vida sin haber logradocambiar a una sola alma, transforme mi oración ycomencé a decir:- "Señor, dame la gracia de transformar a cuantosentran en contacto conmigo. Aunque sólo sea a mifamilia y a mis amigos. Con eso me doy porsatisfecho".
Ahora, que soy un viejo y tengo los días contados, heempezado a comprender lo tonto que yo he sido.
Miúnica oración es la siguiente:- "Señor, dame la gracia de cambiarme a mi mismo". Si yo hubiera orado de este modo desde el principio,no habría malgastado mi vida.
ANÓNIMO
Anabella Macario
martes, enero 31, 2006
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