Cuenta la historia que un peregrino se hayaba perdido
en el desierto.
Muriéndose de sed, el peregrino divisó a lo lejos una
vieja choza, destartalada, curtida por la intemperie,
que producía una pequeña sombra del calor en el
desierto.
Descubrió con la mirada una vieja y oxidada bomba de
agua.
Se precipitó, tomó la manija, la accionó una y otra
vez: no salía nada.
Desilusionado notó que a un lado había una vasija...
le quitó la tierra y el polvo y leyó un mensaje que
decía: Amigo, tienes que cebar la bomba con toda el
agua de esta vasija".
P.D.: Cerciórate de llenarla nuevamente antes de irte.
Quitó el corcho: La encontró llena de Agua.
¡Tenía que tomar una decisión!
Si bebía el agua viviría (Un pensamiento excelente) el
objetivo era calmar la sed.
Pero si la echaba toda en la vieja bomba, quizás
obtuviera agua fresca y en abundancia. ¿Qué hacer?
¿No es acaso esto un ejemplo de nuestras rutinas?
Instrucciones tenues, escritas hace cuanto.
¿Conocemos a Dios lo suficiente? Sus instrucciones nos
las impartieron cuando éramos pequeños...
Las recordamos?
El peregrino echó de mala gana el agua en la bomba,
tomo la manija, empezó a moverla.
Rechinar del metal... No salía nada.
Comenzó a gotear... mugre, luego goteó agua sucia,
luego un pequeño hilo y finalmente un chorro de agua.
Llenó la vasija y bebió y volvió a llenarla y a beber.
Luego llenó la vasija para el próximo peregrino, puso
el tapón y
agregó esta nota:
Créame que funciona. Lo tiene que dar todo, antes de
obtener algo a cambio.
Lamento no poder enviar reflexiones hasta el próximo
lunes ya que en mi país celebramos la independencia y
gozamos de unos días libres. Dios les bendiga.
Anabella Macario
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